Al maravilloso pueblo de
Pelegrina y su inolvidable paraje de Las Hoces del río Dulce por haberme
inspirado ésta novela.
A Sigüenza, la ciudad del
Doncel, por haberme permitido perderme por sus callejuelas con sabor a leyenda,
y haber podido revivir la tragedia que allí ocurrió durante la guerra civil española.
Y al fantástico pueblo de La Cabrera , mi particular
Macondo, por ayudarme a crear una aldea tan real como imaginaria.
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