Antes de acabar mis
tareas doña Asunción vino a verme. Quería llevarme el siguiente sábado a
Guadalajara, al cine, pero necesitaba más de tres horas. Gracias a su tío
consiguió que Sor Dolores me diera toda la tarde libre.
-Quiero ver My fair lady, la estrenaron no hace
mucho en Madrid y me han dicho que es buenísima, sé que te va a gustar...
-¿Pero yo no tengo
dinero? –la corté.
-Invito yo.
Bajaremos a Guadalajara en tren e iremos al
Coliseo Luengo andando...
-¿Coliseo Luengo? ¿Luengo de luenga, quiero decir de lengua?
-No, Mercedes,
luengo de luengo –dijo sonriendo mientras se iba divertida con el juego de
palabras.

Veía el otoño a
través de la ventanilla, sus tonos rojizos y amarillentos. Batallones de
girasoles rendidos al sol. Una voz conocida seguía hablando de la película y de
que antes veríamos el nodo, y me enteraría por fin de lo que era la Sección
Femenina , y juzgaría por mí misma. Yo no sabía muy bien qué
tendría que juzgar ya que habría sección femenina como masculina, o sección
singular como plural. Luego, un señor que también viajaba en el tren y nos
quitó los billetes para hacerles un agujero y volvérnoslos a dar, dijo que
desde el 65 no se podía fumar ni comer pipas dentro de la sala del cine, que
era un abuso, que a dónde íbamos a llegar...
Me recordé que
estábamos en 1.969 y que nosotras ni fumábamos ni teníamos dinero para comprar
pipas. Y seguí mirando el otoño de colores que se movía tras los cristales.
Al llegar a
Guadalajara doña Asunción me cogió de la mano, pero al darse cuenta de que ya
era un poco más alta que ella me soltó y enlazó su brazo con el mío como si
fuésemos dos amigas.
Dos amigas, eso
pensé.
Pasamos sobre el
puente del río Henares, por la misma puerta del hospital donde estuvo mi abuela
ingresada y llegamos a la Plaza de los Caídos que está junto al Palacio del Infantado. Doña Asunción me iba diciendo cómo se llamaba todo
pues ella había nacido allí. Al llegar
al Coliseo Luengo hicimos cola para
sacar las entradas y al entrar... al entrar me asusté.
El suelo del cine
estaba cuesta abajo, brillaba. Había carteles y espejos por las paredes, y
mucha luz. En una barra de bar la gente tomaba algo, ¡éramos tantos que no
habría sillas para todos!
-Butacas 73 y 74 –le
dijo doña Asunción a un señor con traje.
Me agarró del brazo
mientras yo seguía mirando a mi alrededor y seguimos a aquel señor. Pasamos a
una sala tan inmensa, oscura y con sillones rojos, que debí tragar de golpe la
saliva que me quedaba...
-¡Ay Dios! ¿Por qué
no nos vamos?
-Te va a encantar –la
oí decir a la vez que sujetaba un asiento para que me sentara.

De repente nos
quedamos totalmente a oscuras, en la pantalla salió algo así como un reloj que
marcaba tres, dos, uno... y la gente empezó a decir ya empieza, ya empieza,
guardando silencio. La sala retumbó con una música bastante fuerte y en la
pantalla salió escrito a la vez que alguien leía:
<<La rama
femenina de la
Falange Española : la Sección Femenina >>
-¿Por qué gritan?
-No gritan,
Mercedes, el volumen del documental es así –me dijo antes de que nos mandaran
callar.
Cuando acabó aquel
pequeño documental mucha gente se levantó y estirando su brazo derecho entonó
el Cara al Sol. Doña Asunción no se movió y yo la imité. La
abuela me había enseñado hacia mucho a cantar el cara al sol con la camisa
nueva, y me dijo que nosotras nunca seríamos de las que levantan el puño. No la
entendí porque de sobra sabía ella que a mí no me gustaba pegar a nadie... Una
música mucho más suave fue cubriendo toda la sala y la gente se sentó, en la
pantalla salió escrito con grandes letras rosas: My fair lady.
A mitad de la
película hubo un intermedio, la gente salía fuera de la sala a estirar las
piernas pero nosotras nos quedamos sentadas. Doña Asunción estaba entusiasmada
con la lluvia en Sevilla es una maravilla, y a mí aunque me gustaba mucho no
dejaba de pensar en la Sección Femenina.. .
-No sabía que las
mujeres hicieran la mili, porque la Sección Femenina es eso ¿no? –dije.
La risa de doña
Asunción al mirarme me desconcertó un poco.
-Eso he pensado yo
siempre, pero no, no es la mili –dijo retirándome un mechón de pelo que me caía
sobre los ojos-, es un servicio social... sólo falta que las rapen la cabeza...
y lo hacen de alguna forma porque quieren que todas pensemos igual, que
dependamos y complazcamos siempre al hombre olvidándonos de nosotras mismas,
que admitamos su superioridad y nos olvidemos de ser independientes... ¿Me
entiendes?
-Mira, Mercedes, a
mí esto me ha tocado vivirlo aunque no tuve que hacer el servicio social y
tengo mi propia opinión, y por eso... entre otras cosas me fui de maestra al
pueblo. Pero tú has de observar y aprender, y luego formar tu opinión sin dejar
que nadie te diga lo que debes pensar. De todas formas quiero que sepas que hay
quienes piensan que la Sección Femenina
lucha por la liberación o igualdad de la mujer aunque yo opine lo contrario.
Pero bueno, intenta disfrutar de la película que ya empieza de nuevo.
Cuando acabó My fair lady y aún riéndome con la
patada al cochino mulo de las carreras de Ascot, supe que yo también podría
bailar toda la noche vestida de princesa en una embajada... pero con Morse,
sólo con Morse.
Al salir del cine y
hasta llegar a Sigüenza nos embargó un extraño silencio roto de vez en cuando
al sentirnos enlazadas del brazo. Intenté respetar sus pensamientos y su media
sonrisa, al igual que ella la mía.
Aquella noche cuando
iba hacia mi cuarto, dentro ya del convento, la hermana portera, como la
llamaban todos, me entregó una carta. Me encontraba volando y todavía bailando,
y aunque era la primera carta que recibía en mi vida miré sin ganas el
remitente pensando que se habrían equivocado. Álvaro Recio, ponía, lo que yo
decía, se han equivocado. Seguí bailando... pero el sobre me picaba entre las
manos. Recio... Mercedes Recio... igual que yo. Álvaro... ¡Álvaro!. Y rasgué el
sobre con prisa, conteniendo la respiración:
Querida hija...
Leí atragantada de
emoción antes de salir corriendo hacia mi habitación, cerrar su puerta, y
sentarme en la cama para seguir leyendo limpiándome las lágrimas que resbalaban
por mis mejillas y me hacían arder de inquietud.
...pronto tendré el dinero suficiente para
cuidar de ti, no importa lo que diga tu abuela, soy tu padre y cualquier juez
me dará la razón.
Solo espero que algún día puedas perdonarme por
lo de Isabel y que aún me quieras tanto como yo a ti. Sueño con volver a verte.
Tu padre, Álvaro.
¡Papá...! ¡Papá,
papá...! Repetía una y otra vez entre lágrimas apretando la carta sobre mi
pecho.
¿Qué es lo que tengo
que perdonar aparte de tu ausencia?
1 comentario:
la primera vez que fui al cine, según contó miles de veces mi abuelo, estuve toda la película mirando a la puerta de la calle y sin dejar de preguntar que cuándo nos íbamos. Me había llevado al Coliseo Luengo.
Hoy sé por qué me daba miedo. Tengo una extraña fobia: me dan miedo los sitios grandes. Con los años mejora, pero en los días mujeriegos va a su aire.
Quise hacer un homenaje al cine de mi ciudad, el inolvidable Coliseo Luengo.
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